Me encanta escaparme un ratito al caer la tarde y dar un paseo sola. Bajarme, por un momento, de las prisas a las que te conducen los vehículos con ruedas…
Muchas casas de Pasadena tienen bonitos jardines, aunque raramente me encuentro a alguien disfrutando de ellos. La mayoría están dentro de sus casas, conectados a la tele o al ordenador. A veces te cruzas con alguien haciendo footing o paseando a su perro, pero suele ir con los cascos puestos.
Me gusta detenerme a “oler” los jardines que tiñen las casas de colores primaverales y hacer fotos a las flores sencillas que encuentro por el camino, como si así pudiera retener su aroma en la memoria. Están ahí, esperando a que las mires para alegrarte el día, sin pedir nada a cambio.
Buscar alguna fuente que se deja escuchar tímidamente, escondida en un jardín secreto para no ser descubierta y no parar hasta encontrarla…
Aquí la primavera huele a jazmín, azucenas, lirios, lilas, madreselva, pero sobre todo a rosas.
Abundan los jardines de rosas, con todo tipo de variedades y colores. Nunca he sido muy amante de los ramos de rosas, prefiero cualquier flor silvestre que crezca a su aire. Pero aprecio los rosales, porque tienen espinas que protegen sus flores para que florezcan, mientras desprenden todo su aroma.
Es mi momento. Y me siento privilegiada “como una reina en un jardín de rosas”…
Tarareando esa sencilla canción que tantas veces hemos cantado y bailado: “…dime tu nombre y te haré reina en un jardín de rosas, tus ojos miran hacía el lugar donde se oculta el día…”
Speak Your Mind