Hace unos días saltaba la noticia de que a Bob Dylan le habían otorgado el Premio Nobel de Literatura. Y con ella la polémica de si se lo merecía o no, algunos dicen que por ser cantante y otros por antipático, más después de que la organización no haya podido contactar con él personalmente y nadie sepa si irá a recoger el premio.
La primera vez que escuché “Blowing in the wind” tenía 14 años. Por aquel entonces no sabía mucho inglés, pero me gustó tanto la letra que quise saber más sobre Dylan. Me encantó aquella mirada directa con la que el joven rebelde armado tan solo con una armónica y una guitarra desafiaba al mundo, destapando sus miserias con mensajes pacifistas. Sus años más revolucionarios pasaron y muchos criticaron que cambiase la guitarra acústica por la eléctrica, pero él siguió mirando al frente y respondiendo con lo que mejor sabía hacer: su música y sus letras. Y yo me interesé por lo que pasaba más allá de mis narices escuchando “Masters of War”, “Like a Rolling Stone”, “A hard rain´s a gonna fall”, “It´s alright Ma”, “Chimes of Freedom”… Creo que sólo por haber compuesto estas letras y alguna más, Mr. Dylan, demostró ser además de un cantante, un poeta.
A su poesía le ha puesto música folk, rock, gospel, country, pop, blues, jazz… y ha llegado a muchos corazones. Con sus más de 40 discos, ha traspasado fronteras e influenciado a artistas de todo el mundo. Ha sabido reinventarse y aportar siempre algo distinto, con valentía, muchas veces adelantándose a su tiempo, no siempre mostrando su cara más amable, pero dando lo mejor de sí mismo. Y también ha ganado premios, aunque esto no sea lo más importante…
Algunos critican su falta de empatía o de comunicación con el público. Pero es lo que tienen muchos artistas, esa personalidad compleja y a veces insoportable, que les hace ser excesivos en unos casos y tremendamente tímidos en otros y que algunos con el paso del tiempo, se conviertan en viejos cascarrabias. Dylan es capaz de no dar un concierto en ocho años, de hacer una gira sin fin hasta los setentaytantos o de quedarse componiendo en su casa de Malibú cuando le viene en gana, porque siempre le gustó hacer las cosas “a su manera”. Será por eso que cada vez se siente más cercano a Sinatra y en su última gira le ha dado por cantar versiones de clásicos americanos, pero a sus 75 años sigue siendo un poeta y dando lo mejor de sí mismo, en el escenario. Y lo mejor, en su caso, parece que no es cantar la misma canción una y otra vez.
Tuve la oportunidad de asistir al concierto que dio en Los Ángeles hace unos meses. Acudí con la curiosidad de ver a uno de los grandes y con la prisa de que fuera uno de sus últimos conciertos. Como era de esperar no cantó sus grandes éxitos ni hizo discurso alguno, pero fue fiel a sí mismo, haciendo lo que mejor sabe hacer: poesía.
El Sr. Dylan apareció protegido tras su sombrero blanco. Envuelto en un precioso escenario de bambalinas que brillaban tenues. Arropado por elegantes cortinas de terciopelo… Y escudado en uno de esos micrófonos de los años 40, cantó al amor y al desamor, a la nostalgia y a la soledad, con la elegancia de un crooner y la voz rasgada por la vida. Tocó armado con su guitarra y casi desnudo con su armónica. Para postre, nos regaló una sorprendente versión de “Blowing in the wind”, camuflada en una nueva melodía. Creó momentos íntimos, emotivos y mágicos. Ese es el poder que tienen los poetas… Y Dylan nació poeta y morirá poeta.
Os dejo con el video de “The night we called a day”.
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