En Los Ángeles hay distintos tipos de cines, pero todos tienen algo en común.
Están los cines normales, que son parecidos a los españoles, salvo por el olor a palomitas de mantequilla. Las bebidas son similares, pero con limonada. El combo de palomitas y refresco, por supuesto tamaño XXL (aun así, el refresco lo puedes rellenar cuantas veces quieras) y por supuesto, hay una tienda donde puedes comprar merchandising de las pelis. Lo mejor es que las salas están llenas y aunque el precio es similar al de España, nuestras salas cada vez están más vacías.
Si vas a ver un documental entre semana a un cine independiente, sin palomitas ni merchandising, la sala también está llena.
El otro día, me invitaron a unos cines de lujo: “Los IPic”. Cortinas de terciopelo, alfombras mullidas, ambiente de club selecto, un bar de cocktails de nitrógeno líquido, camareros con pajarita…
Butacas con mantita, de esas que mientras te tumbas aprietas un botón y aparece un camarero trayéndote la cena. Palomitas de bienvenida, patatas fritas con trufa… y la sala estaba llena, pese al precio.
Todas las iniciativas son buenas para que no perdamos el ritual de “ir al cine” en pareja, con amigos o con niños. Pero lo que es un verdadero lujo, es entrar en cualquier cine de Los Ángeles y que la sala esté llena de gente, dispuesta a disfrutar de una buena película, en la gran pantalla.
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