Cuando vives en EE.UU, donde las distancias son enormes y hay que ir en coche a comer o a comprar al centro comercial y llegas a Madrid… valoras esas pequeñas cosas de barrio. Coger el autobús, un taxi en cada esquina, caminar… que te atienda el médico en una hora, que no te pongan una multa porque te pasaste 5 minutos, resolver las cosas rápido, sin tanta burocracia y de forma amable….
“El Bar del barrio”, toda una institución. Con simpáticos camareros y un cocinero que hace unos menús del día ricos, ricos. Normalmente suele ser un negocio familiar. Donde se comenta lo que pasa en el mundo sin mucho estrés. Algunos se quedan a tomar el gin tonic de después de comer entre partida y partida de mus, mientras que los que siguen “levantando el país”, vuelven al trabajo.
“La Frutería de toda la vida”, con ese matrimonio mayor y “bien avenido” donde los sabores de las frutas aún te recuerdan al pueblo que ibas cuando eras niño. La ferretería de la esquina, donde los tornillos y las tuercas todavía te los venden “a granel” con mucho desparpajo y puedes encontrar bombillas hasta de casquillo americano! “El Kiosko atemporal de chuches”, donde los hijos siguen vendiendo los “frigopies y chupachups” que vendían sus padres hace ya 40 años…
Me encanta el verano en Madrid. Las calles están llenas de Vida. Las plazas, abarrotadas de Amigos que quedan a tomar tapas y cañas al salir del trabajo. Ya se empieza a escuchar el Feliz murmullo de las Vacaciones.
Los parques se llenan de helados derretidos en las camisetas de los niños. Sonríen mientras miran al sol y se columpian, queriendo llegar… “de Madrid al Cielo”.
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