El bueno, “el feo” y el malo

Ayer Eli Wallach, el “feo” de la película “El bueno, el feo y el malo” por fin fue protagonista. Pero tuvo que morirse de verdad para serlo.

BUENO, FEO Y MALO ELI WALLACH

No lo fue en vida ni por recibir muchos premios, ni por destacar en la gran pantalla, porque siempre fue secundario. Quizás eligió serlo acertadamente, porque a veces, para que los guapos brillen al sol por un minuto de gloria tiene que haber feos que permanezcan en la sombra toda una vida.

Eso sí, le dieron el Óscar Honorífico, esa especie de “premio de consolación” que les dan a los que “nunca destacan”, pero lo hacen muy bien.

Le recordamos por ser “el feo” pero, además de vaquero, fue mafioso, atracador, timador, bandolero… y también un viejecito encantador. Nunca dejó de trabajar, actuó en más de 150 películas y tuvo la suficiente dignidad y libertad como para renunciar a importantes papeles en el cine por hacer teatro y elegir las películas en las que quería trabajar. Amaba la interpretación.

BUENO, FEO Y MALO DECORADO 1

El verano pasado tuve la curiosidad de visitar, bajo el sol de un caluroso día de agosto, los decorados de “El bueno, el feo y el malo” ¡y no fue en Hollywood! Fue en el desierto de Tabernas (al sur de España, Almería), donde se rodaron ésta y otras películas del oeste. Los decorados permanecen en medio del desierto y actualmente se utilizan para rodar anuncios y algunas películas.

Fue emocionante pisar el polvo que mordían las espuelas de las botas de aquellos vaqueros. Abrir las puertas de salones ya oxidadas. Oler, ver y tocar las paredes de cartón piedra, donde todavía retumbaban, como un eco, el galope de los caballos corriendo en la lejanía…

Hoy, el imaginario sonido de una armónica nostálgica, me recuerda que un vaquero “de los grandes” se ha ido, pero seguirá galopando incansable en nuestra memoria.

BUENO, FEO Y MALO, CARTEL

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