Palmeras… esos árboles de verano, que te alejan de la rutina, del paisaje cotidiano. Que te transportan y te llevan a soñar con lugares paradisiacos. Climas cálidos, tropicales, islas de ensueño, Mediterráneo, California, Bombay, Hawaii…
Símbolos de relax, que te invitan a dormir la siesta bajo su sombra o a leer sin la prisa marcada por el tiempo.
Me gusta mirar hacia arriba. Recorrer su tronco leñoso, largo y esbelto. Sus pelos despeinados y enredados por el viento. Observar los rayos de sol, intentando colarse entre el verde tupido de sus hojas estrelladas. Idealizar la realidad, con destellos de ilusión, recordando o imaginando experiencias vividas o leídas. Pero, sobre todo, disfrutar de este pequeño, preciso y único momento. Aquí y ahora. Porque no volverá a repetirse, al menos, hasta dentro de algún tiempo.
A veces hacen falta pocas cosas para sentirte en el paraíso de la calma y el disfrute. Tres palmeras que te cobijen bajo su sombra. Una hamaca para balancear los sueños y un libro para divagar…
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