Aquel verano del 93

Si recordamos un verano especial de la niñez… La mayoría son veranos felices, refrescantes, infinitos, en los que parece que el helado te va a durar siempre. Pero hay algunos tristes, revueltos, nostálgicos, en los que el helado se te cae al suelo, antes de que empieces a saborearlo. Y hay veranos en los que suceden cosas que te marcan para siempre y todos estos sentimientos se mezclan en vagos pero vitales recuerdos. Para la cineasta, Carla Simón, aquel verano del 93 fue tan especial, que lo convirtió en película. Una realidad hecha ficción para contar de forma intimista, honesta y sutil, el complejo proceso de duelo que lleva a cabo una niña de 6 años para asumir la muerte de su madre y como se enfrenta a su nueva vida.

Simón, cuenta su historia a través de la expresiva mirada de Frida (protagonista de la historia muy bien interpretada por Laia Artigas), pero también por medio del entorno que rodea a la niña. Una nueva casa en un pueblo, unos padres adoptivos y una familia perdida, pueden provocar tanto miedo, celos, rechazo, ira… como empatía, comprensión, afecto y amor. Lo que consigue la cineasta magistralmente entre unos sentimientos y otros, son estampas cotidianas, llenas de sentimientos contenidos, miradas disfrazadas, silencios contradictorios, detalles importantes, bailes de adultos y juegos de niños. Y lo envuelve todo en una atmósfera de gran belleza, impregnada del olor de los frondosos bosques de La Garrotxa catalana. De calor estival que refresca con agua pura y notas nostálgicas de jazz.

Carla Simón, estudió guión y dirección en la Universidad de California y en la London Film School, pero su pasión por el cine la encontró en una clase de instituto de un pueblo catalán, donde dice que aprendió a mirar el mundo con otros ojos. ¡Y qué importante es esto! Aprender a mirar en una sociedad que cada vez va más deprisa y donde la inmediatez y la superficialidad eclipsan a la reflexión y la profundidad de las cosas… Ella dice que hay pocas cosas en las que crea, porque es muy escéptica, pero una es “Cinema en Curs”, el proyecto educativo que le apasionó como estudiante y en el que ahora participa como profesional. Inspirado en el modelo francés “Le cinéma, cent ans de jeunesse”, el programa que se lleva a cabo en 45 centros de distintas ciudades del mundo como Madrid, Alemania o Chile, da la oportunidad a sus alumnos de trabajar con un cineasta para descubrir cómo se hace cine y elaborar un corto. Además, es una buena manera de integrar el cine en un sistema educativo, donde el arte suele centrarse en manualidades y técnicas pictóricas. Una forma de aprender a mirar el entorno, muy útil para la vida.

No deja de ser una paradoja que en estos momentos, en los que el mundo se empeña en dividirse continuamente, una película dirigida por una mujer, tan local y en catalán, esté cruzando fronteras y uniendo corazones. Además, ya ha conseguido numerosos premios internacionales como el de Mejor ópera prima en la Berlinale, Biznaga de Oro en Málaga, tres premios en el festival BAFICI de Buenos Aires o el Premio especial del jurado en Estambul. Ha sido candidata a representar a España en los Oscar, ha arrasado en los premios Gaudí y está nominada a 8 premios Goya el próximo sábado, entre ellos al de Mejor Película.

“Verano 1993”, será un verano especial no sólo para su protagonista, también para los espectadores que percibimos en ella más que una película pequeña, una obra de arte universal, capaz de transformar la tristeza en nostalgia y la muerte, en pura vida.

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