Y después del salvaje “Big Sur” llegamos a “Carmel”, un pequeño pueblo de estilo europeo con playas de ensueño, productos gourmet y casas de cuento.
Está considerado por muchos uno de los más bonitos de EE.UU. Es famoso porque Clint Eastwood fue su alcalde y sigue viviendo allí. Los peatones y los perros son los reyes de este pueblo donde no hay semáforos pero sí muchos pasos de cebra y puedes llevar a tu perro a la playa o a cenar. No se pueden cortar árboles, no hay buzones de correos ni nada antiestético y las flores son tan perfectas que parecen de mentira…
La arena blanca de sus playas es única. Proviene de las rocas marinas llamadas “Santa Lucía Granodiorita”. Las olas fuertes del invierno erosionan estas rocas y las suaves del verano las depositan en la playa en forma de arena fina. (El hecho de que la arena sea tan blanca y no queme no es mágico sino que tiene una base científica. La arena que proviene de materiales graníticos o calcáreos y restos de corales es blanca, la que tiene componentes volcánicos es negra, la de cuarzo es más marrón, la que contiene hierro es más rojiza y la gris tiene arcillas).
Por un campo de amapolas puedes llegar al “Parque Natural de Point Lobos”, con sus aguas turquesas, estupendas para bucear…
Además de las playas y su bonita arquitectura, Carmel es uno de los mejores sitios para comer en California.
Cenamos en el “Belle Carmel”, un restaurante de comida orgánica y carne sin hormonas donde además puedes comprar productos de granjeros locales y vinos de la zona muy buenos.
Los raviolis rellenos de guisantes y verduras estaban buenísimos… (seguimos sin probar las hamburguesas).
… y las costillas ¡para chuparse los dedos!
Pero, ¡Ay la tarta de pistacho, rosa y cardamomo!… Una de las mejores que he probado en mi vida.
En serio?? qué pasada, de cuento total, qué maravilla ♥