“Chavela, la última chamana” sigue viva

“En el bulevar de los sueños rotos, vive una dama de poncho rojo, pelo de plata y carne morena, mestiza ardiente de lengua libre, gata valiente de piel de tigre, como de rayo de luna llena… las amarguras no son amargas, cuando las canta Chavela Vargas. ¿Quién supiera reír, como llora Chavela?, cantaba Sabina. 

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Ayer fue el estreno en Madrid de la obra de teatro “Chavela, la última chamana”. Una maravillosa puesta en escena envuelta en realismo mágico, que fluctúa entre la vida y la muerte, el gozo y el llanto. 

Chavela es la niña herida, la joven valiente que ama con locura, paloma negra que vuela alto y libre, la anciana sabia convertida en mito. El elenco de estupendas actrices, dan voz y fuerza a las distintas chavelas, que se mezclan y desdoblan en distintos espacios y tiempos, para acabar uniéndose en uno que podemos retrasar, jugando al escondite, pero del que no podemos escapar: la muerte. La lucha por la libertad, el amor, el maltrato y el dolor, también están presentes durante toda la obra.

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Rozalén da voz a los temas de Chavela con gran maestría. Se pone en su piel, canalizando el dolor de su llanto sin lágrimas, como ella misma explica. Luisa Gavasa, dice que la edad le ha enseñado a entender que te vas y a aprender a irte. Y entre todas crean una atmósfera emocional tan bonita que no te importan los géneros, ni las razas. 

El arte tiene el poder de emocionar, desdibujar fronteras y alegrar las penas. “Cuando el mundo tiembla y llora, venimos los artistas y los cantantes a sostenerlo”, decía Chavela. Gracias a ella, podemos saber, o al menos intuir, a qué sabe el olvido y el último trago. Para qué sirve la luz de la luna o ¿Por qué lloran las flores cuando las mueve el viento?

Aquella dama de poncho rojo, trasciende, no solo por chamana, sino porque su voz sigue viva gracias a la fuerza de estas poderosas mujeres que retumba en las paredes de un teatro abarrotado, rendido a los pies de la gran maestra y sus sucesoras. 

Escuchar su interpretación de La Llorona, a distintas voces, es una experiencia coral llena de matices, sensorial y sobrecogedora, que te cierra el estómago con su rabia. Te humedece los ojos de tristeza y desolación. Y te impulsa a seguir luchando por los derechos de las mujeres. Sólo por eso, merece la pena ir a ver la obra. Lo demás es un regalo, un viaje honesto y libre al alma de Chavela, un canto a la vida y a la muerte.

“El individuo humano no tiene que estar anclado a nada, el que está estacionado no crea nunca. Soy libre, tengo alas, unas alas muy bellas y muy tenues. Yo casi no necesito avión, vuelo por el mundo y ahí sueñas y ahí creas. Hay que romperse el alma para poder crear, no es fácil, no se da todo en un día para otro, la vida es un parto eterno”. Chavela Vargas

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Mujeres que Vuelan