La Vuelta al cole

Las vacaciones siempre resultan cortas. Más cortas para unos que para otros. Solemos disfrutar de la playa, del campo o de otras ciudades y a veces de la nuestra, pero vacía, especialmente cuando volvemos antes que el resto. Y a lo lejos ya se va intuyendo la vuelta al cole…

Madrid en agosto es más bonita si cabe, porque ofrece todo lo bueno de una gran ciudad, pero sin agobios. No hay tráfico, ruido, prisas, ni estrés. La primera quincena, poco a poco, la capital se va convirtiendo en un desierto. Hasta que llega la fiesta de la Virgen y el puente, esa buena costumbre que todavía conservamos los españoles de juntar día de fiesta con fin de semana y el de en medio no ir a trabajar. Así podemos disfrutar de un largo fin de semana en la playa o en las fiestas del pueblo de la abuela. Y es entonces cuando en la gran ciudad, ya no queda ni un alma. Cuando los taxistas dicen eso de “ya se han marchado todos”… Y al lunes siguiente repiten aquello de “ya estamos todos aquí”. Pero lo hacemos a medio gas. Los que tienen que incorporarse al trabajo, siguen buscando sus rutinas veraniegas para combatir el calor del pegajoso asfalto. Cañitas después del curro, piscinita por la tarde y terracita de verano para lucir moreno playero.

Vuelta al cole

“Los Rodriguez” disfrutan del silencio de la casa, mientras las madres están en la playa con los niños, aunque cada vez hay más mujeres trabajando y más hombres haciendo castillos de arena… ¡eso sí, bien cerca de los abuelos!.

Y mientras, el tráfico de la ciudad se va incrementando, a medida que se acerca el fin de mes. Pero no es hasta que empiezan los colegios, cuando “la selva urbana” se vuelve más antipática y realmente tomas conciencia de “la vuelta al cole”. Ese día el atasco monumental llega hasta la puerta de tu casa. Todo te lleva el doble de tiempo. A la gente se le olvida el relax de las vacaciones y empiezan de nuevo los gritos, insultos y pitos. Corres para no llegar tarde, entre lloros de pequeños y protestas adolescentes. Consigues llegar, por los pelos, pero llegas. Dejas a tus hijos en el colegio y vuelves a meterte en el coche. Te sientes como si hubieras acabado una yincana, después de una carrera de obstáculos. ¡Misión cumplida! Estás a salvo. Respiras hondo y todo vuelve a comenzar… Y otra vez esa sensación extraña de felicidad contrariada, de liberación y nostalgia. Fuera, sigue escuchándose el bullicio de la ciudad, cada vez más fuerte. Bienvenida rutina y Feliz Vuelta al Cole!.

Vuelta al cole

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Mujeres que Vuelan