Día de otoño para hacer una pausa y mirar la lluvia tras el cristal. Ordenar y guardar palabras. Observar el mundo desde dentro. Con paciencia. Bajándonos de la prisa y esperando a que pase la tormenta.

Los árboles, con enérgico movimiento, parecen despojarse de su traje de fiesta. Ahí están danzarines, vibrantes, llenos de energía. Deseando soltar lo que el viento les quiera arrancar.

Poco a poco, sus hojas van tornándose a un tono pálido, anaranjado y nostálgico.

Las gotas de agua cubren su fría desnudez, con un tenue pero cálido brillo.

Tras la lluvia, miro al suelo. Parece que han caído estrellas rojas desde el cielo.

Y la vida sigue, envuelta en una extraña, melancólica y cambiante belleza…

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