Luces de Navidad

Tengo muchas razones para odiar la Navidad y algunas para disfrutarla.

Puedo quedarme en casa como un Grinch o salir a la calle a compartir. Comprar en el centro comercial o escaparme al parque a pasear. Empacharme de dulces de anuncio o si me apetece, comer pepinillos. Oír gritar a mis vecinos o escuchar las risas de los niños. Dejarme enterrar por una pirámide de perfumes o abrir con ilusión ese pequeño detalle que alguien compró pensando en mí. No hay nada que me guste más que tirar de la cinta roja de raso y deshacer el nudo del lazo…

Puedo dejarme llevar por el villancico de turno, en bucle, o poner un disco de Charles Brown y escuchar “Merry Christmas Baby”. Seguir comiéndome la cabeza por todo o dejar en blanco la mente. Enchufarme a la tele o darme un baño caliente.

Descansar. Parar. Disfrutar del tiempo, sin planes. Encender una vela, seguir una luz, una estrella y volver a creer en la magia. Mirar al cielo y observar sus pequeñas luces encendidas.

Podemos enfadarnos o besarnos bajo el muérdago. Preguntar a quien nos acompaña ¿Cuál es tu deseo? Y ayudarle a cumplirlo.

Tengo algunas razones para odiar la Navidad, pero muchas más para amarla.

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Mujeres que Vuelan