Segundo tramo Ruta 66: “Arriving Las Vegas”

El Quality Inn fue una buena opción, y después de un desayuno rico en colesterol (al cual me entregué como un niño en una pastelería), partí hacia Las Vegas. La interestatal 95, además de una interminable carretera de desierto, resulta estar dedicada a los Veteranos de guerra, y así fui pasando tramos de toda la historia bélica de EE.UU., desde la Primera Guerra Mundial a la Guerra contra el Terror (que sonaba para mí como “La guerra de los mundos”, poblados de vampiros, zombis y alienígenas cabreados)…

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La carretera me trajo a la memoria al entrañable “Coyote” y el repelente “Correcaminos”, pero también a la América Profunda a través de las vallas publicitarias. Allí estaban los anuncios de los creacionistas clamando contra la Teoría de la Evolución y defendiendo la suprema capacidad del Creador para montar el universo en una semana, como si de un inmenso kit de Ikea se tratase, sin que sobren piezas y con tiempo para una buena siesta dominical (Darwin, chúpate esa). Cuando me estaba recuperando, encontré otro en que te ofrecían la redención en caso de que la parca te visitase esta noche: aun podías elegir entre el cielo (nubecillas y cantatas de Haendel) y el infierno (fuego y ACDC a todo trapo). Lo que más me intrigó es que hubiera un único número de teléfono, me imagino que ya en la centralita te derivarían según tus méritos y afinidades… Y no podían faltar las armas: bajo un tremendo fusil de asalto, el eslogan rezaba: “Prueba uno de estos”.

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A de pronto, llegué a Las Vegas. Según me acercaba al cogollo de los casinos, empezaban a aparecer capillas de boda, moteles de segunda y casas de empeño con su correspondiente cola de penitentes de la Cofradía del Juego.

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Enfilando Las Vegas Boulevard se desplegaban ante mí los grandes hoteles: Venetian, Flamingo, Caesar´s Palace, Bellagio…

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Me alojé en un hotel barato “de segunda línea de neón”, al módico precio de $55. Aceptable, aunque de haber sabido que alojarme en el Strip, (como se conoce la milla de oro que concentra los principales hoteles y casinos), me habría costado poco más de $100, hubiera revaluado mi opción. (Continuará. Mañana mi noche en Las Vegas).

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Mujeres que Vuelan