La liebre era antiguamente un símbolo de fertilidad asociado a la diosa de la luz y la primavera, llamada en anglosajón: “Easter”. De ahí el nombre de esta fiesta de la primavera donde se celebra la fertilidad de la tierra tras el invierno. Aunque actualmente parece una fiesta americana, su origen se remonta a los pueblos antiguos del norte europeo.
Más tarde, los cristianos adaptaron la fiesta pagana a las tradiciones religiosas. Según cuenta la leyenda, un conejo se metió en el sepulcro donde estaba enterrado Jesús. Cuando vio que resucitó, salió a contárselo al mundo y como no sabía hablar, lo hizo llevando huevos pintados. Desde entonces, cada domingo de pascua, el conejo reparte huevos de colores por todas las casas para recordarle al mundo que Jesús ha resucitado.
Parece que fue en el siglo XIX cuando los alemanes empezaron a fabricar muñecos de chocolate y azúcar en Alemania. Después llevaron la tradición a otras tierras.
En los países del norte de Europa es una fiesta muy celebrada, hay huevos y conejos por todas partes, pintados, de chocolate, tejidos a mano… El conejo es un animal muy apreciado en los cuentos por su simbolismo, por eso no podemos dejar de hablar del cuento de “Alicia en el país de las maravillas”.
También me encanta este que descubrí en un viaje a Londres, porque parece triste e indefenso, agarrado a sus zanahorias (tendré que preguntarle al Dr. Knit).
En América, durante el mes de abril, los padres esconden los huevos por los jardines para celebrar la fiesta de la primavera. No se lo digas a nadie, pero el otro día me encontré un hada metida en una cueva. Estaba escondiendo los huevos de colores que había dejado el Conejo de Pascua.
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