Empezamos septiembre, todavía con la sal enredada en el pelo y la arena pegada a los pies. El eco del mar en una caracola nos susurra que, a pesar de la lluvia, el cálido verano no ha terminado.
Qué rápido pasaron los días sin horas, las noches eternas plagadas de estrellas buscando la luna. Los besos robados, las cenas de amigos, los risas sin fin. Los juegos de luces y sombras mirando los árboles. Los dulces helados…
Qué necesario viajar, con el cuerpo o la mente a través de bosques y cielos, de mares y sueños.
Qué nostalgia observar el mar desde la distancia, después de volar, al poner de nuevo los pies en la tierra.
Qué bonito comenzar de nuevo, desde otro lugar, tras escuchar el leve murmullo de las olas que vienen y van.
Mirar al horizonte sin perder el equilibrio. Y ya en la orilla serena, preguntarnos con curiosidad ¿qué traerá el mar?
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