La nueva película de Iciar Bollain “El Olivo”, producida por Morena Films y protagonizada por una desconocida y sorprendente Anna Castillo y Javier Gutiérrez, es una historia de Quijotes y Sanchos, que viajan para cumplir un sueño: el de encontrar un olivo perdido que no es un árbol cualquiera, es…
Un Olivo que ha dejado un vacío tan grande en una familia, que no puede llenarse con nada. Un Olivo que ha sido arrancado de cuajo, provocando no sólo gritos, sino también silencios. Un Olivo que guarda los recuerdos de la infancia y los secretos e historias que un abuelo le contaba a su nieta. Historias que ya no contará más. Palabras que han dejado de sonar y que a nadie parece importarle, menos a ella, que es lo suficientemente inconformista, rebelde y soñadora como para buscar ese árbol tan especial para ellos: su olivo.
Un viaje en busca de raíces, destinos y señas de identidad, de conexiones afectivas, de conflictos generacionales, de crisis económica, de expoliaciones… Una historia de pequeñas cosas que se hacen grandes, de algunas que se pierden y otras que se añoran, de solidaridad y ecología… Un olivo que es en definitiva, el símbolo de nuestro paisaje español y como tal, debe permanecer en nuestra memoria.
Esta sencilla película, me ha llegado muy adentro, igual que a muchos de vosotros. Será porque aunque me fui de España, busqué un jardín con un olivo centenario, grande y robusto. Lo plantaron los españoles cuando llegaron a California allá por 1769 y desde entonces ha permanecido ahí. En él hacemos cosas importantes: jugar, leer, trepar, soñar, guardar secretos…
Será porque me hace mirar al frente cada día, sin olvidar mis raíces, sintiéndome un poquito más cerca de mi querida España. Será porque existen momentos en la vida en los que hay lugares, personas, sentimientos, que son arrancados de cuajo, como este olivo. Será porqué es verdad que mi tierra, es una Tierra con Alma.
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