Ha sido emocionante estar este año en la Feria del Libro de Madrid. Firmar en la caseta de la Editorial Tres Hermanas, rodeada de bonitas historias de mujeres en papel, leídas y desconocidas, ficticias o reales, clásicas, contemporáneas, de tierras lejanas y otros mares. Mientras tocaba y observaba las portadas de los libros, intentaba imaginar en qué lugar del mundo y de sí mismas, se encontraban sus autoras al escribirlas. ¿Cuánto dolor, amor, nostalgia o deseo reflejarán sus páginas?
Ellas, nosotras, pasado y presente. Mismas emociones en distinto tiempo. Letras que, como esas flores raras de extraña belleza, gritan sobre la búsqueda de la identidad, danzan en la soledad del desierto, sostenidas por la cuerda floja entre la incomprensión y el desamor… Envueltas en el aroma de la pasión, la tempestad del mar, la fuerza de la amistad, persiguiendo sueños libres, de esos que no tienen dueño.
Flores imperfectas, coloridas, delicadas, vulnerables, marchitas, perfumadas, siempre vivas o al borde del abismo. Reflexiones necesarias, sensaciones compartidas en forma de cartas, diarios, novelas, ensayos, relatos o cuentos.
Gracias por escribirlas, por dejar el alma en ellas, por leerlas con igual emoción, compartirlas desde el corazón. Gracias por estar ahí, apoyando al otro lado de la caseta, de la pantalla, del mundo.
Los libros nos unen, nos salvan, nos cambian, nos sanan… y las personas también. Por eso no he venido a hablar de mi libro, sino a compartir y a aportar experiencias, deseos, anhelos y a seguir aprendiendo, juntas, caminando. Cada vez me gustan más los libros que creo que no me gustan. Esos que me hacen pensar en lo que no quiero escuchar o me muestran un espejo donde todavía no puedo mirar. Esos son los que más nos salvan, sobre todo de nosotras mismas.
Inmensamente agradecida y feliz de todo lo que este viaje me sigue ofreciendo. Lo bueno, lo malo, lo intenso y lo superfluo… porque nunca es tanto como parece y, al mismo tiempo, lo es TODO.
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