La madre de Frankenstein

Últimamente, Frankenstein me persigue por todos los rincones de Madrid con los brazos abiertos. Y yo, lejos de asustarme, cada vez me acerco más a él. Me resulta fascinante todo lo que es, lo que representa, esconde e inspira, a través de las distintas adaptaciones e interpretaciones, novelas, películas y obras teatrales. Su mito, más que un personaje, es la excusa perfecta para reflexionar sobre la prepotencia humana, la creación del monstruo, sus circunstancias, causas y consecuencias. 

Frankenstein necesita que le entiendan y nosotros, escucharle. Porque nos da terror lo que no comprendemos y en personajes como él se encuentra el origen de las sombras. De las suyas y de las nuestras. 

Blanca Portillo en “La madre de Frankenstein”

Hace unos días asistí a “La madre de Frankenstein” en el Teatro María Guerrero. Una magnífica y fiel adaptación de la novela de Almudena Grandes, que transcurre en 1954 y también necesita ser entendida.

Un médico, Germán Velázquez, vuelve a España tras su exilio en Suiza, donde ha pasado más de la mitad de su vida, para trabajar en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos. Allí se reencuentra con Doña Aurora Rodríguez Carballeira, una parricida inteligente y paranoica, que conoció en la clínica de su padre a los 13 años. Le fascina de tal manera que decide convertirse en su psiquiatra. Pero a su vuelta, tras la guerra, Germán se encuentra con un país que ya no reconoce, lleno de miedo, silencio y miseria. 

Almudena Grandes quiso que se adaptara al teatro esta novela, la quinta de los Episodios de una guerra interminable, situada en la España de los años 50. Un retrato de un país donde las diferencias sociales e ideológicas determinan las relaciones humanas.

Dice la directora de la obra, Carme Portaceli, que “La madre de Frankenstein es una novela extraordinaria porque el retrato de la España de los años 50 vista por alguien que se ha educado fuera, es fantástico. Y porque jamás nadie nos ha explicado así la historia real de nuestro país”.

Blanca Portillo da vida de forma magistral y monstruosa al impresionante personaje de Doña Aurora Rodríguez Carballeira, la asesina confesa de Hildegart (su hija superdotada). La destruyó porque ella la creó y no le gustó en lo que se convirtió. Fue concebida como “la mujer del futuro” y se desvió del camino que su madre había trazado para ella. 

La espeluznante historia real ha sido adaptada a la literatura y al cine en varias ocasiones (como en la novela “La virgen roja” de Fernando Arrabal, “Mi hija Hildegart” de Fernando Fernán Gómez o más recientemente “Hildegart” de Paula Ortiz, entre otras). Ahora lo hace en el teatro con esta soberbia obra de arte. Sus 3 horas y media de duración, lejos de resultar densas, permiten disfrutar con todos los sentidos del TEATRO con mayúsculas, gracias a la entrega de su elenco y a su expresionista, aunque austera, puesta en escena. 

Existen muchos padres y madres que han creado a sus criaturas con más o menos aciertos, pero si hay una madre de Frankenstein que inspiró al resto, esa fue sin duda la brillante escritora Mary Shelley.

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