En el solsticio de invierno, el 21 de diciembre, durante la noche más larga del año, los druidas caminaban hasta un claro del bosque en busca de una planta muy especial. La consideraban “mágica”, ya que crecía entre el cielo y la tierra y conservaba su verdor, pese al paso de las estaciones.

Celebraban Modra Necht, la ceremonia de recogida del muérdago, especialmente venerado si crecía sobre un roble, el árbol más sagrado. La comitiva de druidas, formada por los bardos (poetas), vates (adivinos) y la koridwen (representación del principio femenino de la naturaleza), precedidos por el heraldo portador de la espada, daba tres vueltas al árbol sagrado. Después el heraldo se detenía mirando hacia el norte, trazaba un círculo en el suelo con la espada, tocaba el cuerno y preguntaba si había PAZ en los países celtas. El druida encargado del ritual, vestido de blanco, trepaba al roble y comenzaba a cortar el muérdago con una hoz de oro en forma de luna creciente.

La planta, que no podía tocar el suelo para no perder sus propiedades mágicas, caía sobre un lienzo de lino blanco sostenido por cuatro mujeres presididas por la koridwen. Entonces todos gritaban: ¡Oh Ghel au Heu! “Con el muérdago de Año Nuevo, que salga el trigo” (que vuelva la vida a la tierra al acabar el invierno).
La koridwen, encargada de elaborar pócimas medicinales con las bayas del muérdago, entregaba a cada invitado una rama de la planta y a continuación se celebraba una comida ritual, con hidromiel y galletas, en agradecimiento por la abundante cosecha. Para finalizar, se tocaba el arpa para armonizar las relaciones entre los muertos y los vivos.

Los pájaros, mensajeros que simbolizan las relaciones entre cielo y tierra, propagan el muérdago. Comen sus bayas y dejan las semillas sobre los troncos para que broten de un Árbol-Madre. Por eso los druidas lo consideraban un acto de unión entre lo divino y lo humano. El descenso del espíritu sobre la materia.
El muérdago se consideraba un gran protector frente a hechizos y maleficios, por sus propiedades curativas y regeneradoras. Por eso se colocaba en los techos de las casas y los establos para protegerse de los rayos y de las enfermedades del ganado.

La costumbre de besarse bajo el muérdago se implantó en EE.UU. a mediados del s. XIX. Hoy, en países como Francia, Gran Bretaña, Escandinavia y España, todavía se celebraban rituales la noche del 21 de diciembre. En muchas regiones como la Provenza Francesa o el Ampurdán Catalán los niños van a recoger muérdago y se intercambian ramas y regalos para desearse suerte.
El muérdago es la llave del ciclo anual del que emana la luz dorada para guiarnos desde las tinieblas de la muerte invernal hasta la claridad primaveral. Momento en que explosiona la vida en la tierra y se produce una regeneración física y espiritual de todos los seres vivos.
Planta sagrada de los druidas, rama de oro de los poetas, vegetal mágico y espiritual que al llegar la Navidad se convierte en mensajero de la PAZ, para unir antiguas tradiciones, rituales y buenos deseos…

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