El otro día volví a ver esa flor tan elegante, delicada y bonita:”La Peonía”.
En Europa son difíciles de conseguir y además son carísimas, pero en California se encuentran fácilmente en primavera. Son originarias de América del Norte, de algunos países de Europa y Asia y en China, son todo un símbolo nacional.
Me llamaron mucho la atención sus enormes flores y sus capullos redondos, que parecían bolas de algodón. Compré un ramo por $6 y cada día se abría un capullo. Me gusta mirar como sus flores se van haciendo cada vez más grandes, porque empiezan abriéndose tímidas y terminan mostrando sus pétalos despeinados. Son tan grandes y exuberantes que se amontonan unas encima de otras.
Parecen hechas de papel de seda. Sus tonalidades van cambiando del rosa intenso al rosa palo, según van abriéndose, y aunque se perciben cada vez más frágiles, lo inundan todo con su aroma.
Son salvajes, pero sencillas y su personalidad, las hace irresistibles para decorar cualquier evento.
Será que me gustan porque irradian autenticidad. Timidez cuando están cerradas y generosidad cuando se abren. Y en eso, reside su delicado y sutil encanto.
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