Siempre me han gustado las flores moradas, será por el simbolismo del color púrpura. Nunca he entendido la expresión “es más feo que un cardo borriquero” con lo bonitas que son estas plantas.
Plinio El Viejo (que vivió entre los años 23 y 79 de nuestra era) fue quien observó que estos cardos producían flatulencias en los asnos, después de comerlas para hacer mejor la digestión. Y de ahí viene su nombre científico, Onopordum, del griego onos (asno) y porde (pedo).
De hecho es una planta comestible. Se cultivó como legumbre durante años, se recolectaba antes de florecer y se comía cruda o cocida, como las alcachofas. Muchos pájaros se alimentan de sus semillas o las utilizan para construir los nidos, ya que están rodeadas de una sustancia parecida al algodón.
Los burros se comen los cardos con una delicadeza exquisita. Siempre han sido unos animales imprescindibles para desbrozar los campos de aquellas plantas que no se come ningún otro animal. El hecho de que estén en peligro de extinción, ha provocado que los cardos se conviertan en especies invasoras. Qué paradoja que la escasez de unas especies, favorezca la proliferación de otras… Un síntoma del desequilibrio que está experimentando nuestro ecosistema.
Es de admirar la fortaleza de ciertas flores, que son capaces de crecer en cualquier lugar, de forma agradecida, protegiendo su belleza rodeadas de espinas.
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