Parece que fue ayer cuando se formó aquella entrañable pandilla de amigos en la que no importaba de donde venías o la edad que tenías. En aquel pueblo blanco de la costa de Andalucía, nacía una amistad pura, llena de complicidad y valentía, en el “verano azul” de sus protagonistas. También en el de todos los que en los años 80 nos pegábamos a la televisión en las tardes de domingo, porque teníamos sus mismas dudas, secretos, sueños e ilusiones.
Recuerdo a Tito, el más pequeño del grupo y hermano de Bea, la guapa adolescente. A Desi, su inseparable amiga, hija de padres separados. A Javi, el líder de la pandilla, rebelde y orgulloso. A Quique, su mejor amigo, siempre bajo su sombra. A Pancho, el chico de pueblo hecho a si mismo, guapo y valiente. Piraña, el niño gordito que se comía todos los bocatas de chorizo. A Julia, la pintora solitaria, sabia mujer a la que todos confiaban sus secretos. Y el inolvidable Chanquete, nostálgico marinero retirado, lobo de mar, fiel y buen consejero. Aquella pegadiza canción de los títulos de crédito, el radiante sol de verano, el intenso azul del mar, las sonrisas de los chicos montados en sus bicis, los pinceles de Julia, el acordeón de Chanquete… y aquella sensación de libertad de cuando tienes todo el camino por delante.
En los años 80, los españoles soñábamos con que llegara el verano para ir a la playa. No nos importaba nada meternos 7 en un 600, durante 6 horas… Sin cinturones de seguridad, airbags ni aire acondicionado. Con las maletas, la abuela, el perro y la jaula de periquitos. Nos entreteníamos leyendo tebeos, cantando o jugando al “veo veo” y la espera merecía la pena. Hoy los niños viajan en coches que parecen naves espaciales, con todas las comodidades, aire acondicionado, móviles, tabletas y la canción de moda del verano que se repite una y otra vez…. ¿Mamá, cuando llegamos?
El pueblo de Nerja donde se rodó “Verano Azul”, adquirió mucha fama durante el rodaje y emisión de la serie. Ha cambiado mucho, pero hay cosas que todavía permanecen.
Tras las huellas de Chanquete, encontramos su barco, el Parque conmemorativo de Verano Azul y lugares que hoy se han convertido en emblemáticos.
El “Balcón de Europa”, desde donde asomarse al inmenso océano.
“El Ayo”, un divertido chiringuito de playa donde su dueño, un abuelo de tropecientos años hace enormes paellas y algunas noches hay noche flamenca. “El Molino”, un local con saborcillo donde escuchar buenos grupos de flamenco en directo.
Las calles de Nerja, con sus bonitas casas encaladas, las sillas de madera y los alegres geranios de colores colgando de sus ventanas…
Los típicos bares de pescaito, como “La Marina”, donde tomar una buena cerveza acompañada de tapa de gambas o de “chanquetes”, los pequeños peces de la zona.
Todavía hoy se sigue preparando el famoso “espeto de sardinas”, declarado Patrimonio de la Humanidad, por ser la forma más auténtica de asar sardinas, trinchadas en una caña de bambú. Así lo hacían los viejos marineros y así lo siguen haciendo… Espero que muchos años más, en las noches de verano azul.
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