“La Navidad comenzaba oficialmente en España el Día de la Lotería. Cuando los niños de San Ildefonso cantaban el premio gordo y las muñecas de Famosa se dirigían al portal, al ritmo de los villancicos que cantaba Raphael, año tras año. Nosotros, como las familias de aquel anuncio de turrón, también volvíamos a casa por Navidad, entre la nostalgia y la alegría de las ausencias y los reencuentros.
La Navidad en casa de mi abuela había empezado dos meses antes. Cuando los pequeños pelaban las almendras para que las mujeres de la casa elaboraran los turrones, mazapanes, saladillas, garrapiñadas y polvorones. Pero hay un recuerdo que guardo con especial cariño. Cuando llegaba a casa de mi abuela, abría la despensa y veía perfectamente alineada la cosecha del verano en aquellos tarros de cristal, adornados con telas de colores y etiquetas escritas a mano: mermeladas, peras al vino, melocotones en almíbar, dulce de membrillo… No llevaban fecha de caducidad, pero no hacía falta. Nos los comíamos con el mismo entusiasmo con que ella los preparaba”.
Mujeres que viajan en burro
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